Se La Traviata è il lamento struggente di un amore che si consuma, La tabernera del puerto è l’eco di una passione che si perde tra i flutti del mare per poi riemergere con pari intensità dalle sue profondità. Considerata l’ultima delle grandi zarzuele della storia, questa partitura firmata da Pablo Sorozábal è un autentico capolavoro musicale e teatrale, un gioiello del repertorio spagnolo che continua a brillare a ottantacinque anni dalla sua prima apparizione.

Siamo di fronte a una delle vette più alte del genere, un’opera densa di emozioni contrastanti: amori tormentati, scambi d’identità, risse, crimini e mille altre vicende che solo il mare – eterno custode e narratore – sa portare con sé e restituire con forza narrativa. Il tutto ambientato in una taverna portuale dal sapore onirico, dove scorrono vino, ironia, menzogne e sentimenti con la stessa naturalezza delle onde.

La storia di quest’opera porta con sé un segno indelebile: il suo debutto avvenne al Teatro Tívoli di Barcellona nel 1936, poco prima dell’inizio della Guerra Civile. Sorprendentemente, fu riproposta subito dopo la fine del conflitto, nel 1940, al Teatro de la Zarzuela di Madrid. Ed è proprio su quello stesso palcoscenico che oggi, grazie alla regia di Mario Gas, La tabernera del puerto torna a incantare il pubblico, approdando di nuovo nel nostro immaginario teatrale con tutta la sua forza evocativa.

Il libretto del cosiddetto “romance marinero” è firmato da Federico Romero e Guillermo Fernández-Shaw, mentre la partitura reca l’inconfondibile sigillo di Pablo Sorozábal. La regia di Mario Gas non è solo frutto di un’approfondita lettura critica del testo, ma anche di una connessione personale e familiare: il padre del regista, il basso Manuel Gas, prese parte alla storica rappresentazione del 1940 interpretando il personaggio di Simpson. Questo legame emotivo conferisce all’allestimento una densità umana che va oltre il mestiere teatrale e che si riflette in una messinscena vibrante, autentica e commovente.

Un’orchestra che fa volare la partitura

La direzione musicale è affidata a José Miguel Pérez-Sierra, con la collaborazione di Julio César Picos. Insieme all’Orchestra della Comunidad de Madrid e al Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, restituiscono con maestria una partitura ricchissima, evocativa, vibrante di colori e sfumature. Pérez-Sierra definisce La tabernera del puerto “uno dei titoli più importanti del XX secolo” – e non gli si può dare torto. Il secondo atto, in particolare, si distingue per la bellezza delle sue arie e per l’opportunità che offre agli interpreti di mettere alla prova le proprie capacità vocali e interpretative con risultati di assoluto rilievo.

La giovane Marola è interpretata da una Leonor Bonilla in stato di grazia: la sua voce, limpida e potente, si accompagna a una padronanza tecnica impeccabile e a un’intensità interpretativa che lascia il segno. Al suo fianco, Ángel Ódena dà vita a un Juan de Eguía ambiguo e penetrante, mentre Marcelo Puente – Leandro – convince per eleganza vocale, dizione impeccabile e presenza scenica magnetica. Rubén Amoretti, nel ruolo di Simpson, firma una prova scenico-vocale di grande spessore, così come Ruth González (Abel) e la veterana Vicky Peña, che restituisce con maestria tutta la vivacità e la malinconia della Sardinera Antígua.

La scenografia e i costumi – rispettivamente di Ezio Frigerio con Riccardo Massironi, e della premio Oscar Franca Squarciapino (già acclamata per Cyrano de Bergerac) – fanno parte della storia del teatro europeo. La scena marina aperta sul fondale, l’uso raffinato delle proiezioni video (Álvaro Luna), la luce espressiva di Vinicio Cheli e il lavoro sul movimento scenico firmato da Aixa Guerra, contribuiscono a una resa visiva di straordinaria efficacia, soprattutto nell’emozionante scena dell’altomare.

La tabernera del puerto non aspira al realismo: punta invece al mito, alla poesia scenica. È una leggenda cantata, fatta di sogni e di ombre, di desideri e di illusioni. In questo porto immaginario intriso di cultura popolare, l’acqua salata impregna ogni cosa: ci invita a bagnarci i piedi nella sabbia della finzione e a gustare, come da una coppa generosa, il liquore dell’arte. Un’arte viva, affascinante, popolare e al tempo stesso colta, che La tabernera del puerto ci offre con una generosità oggi più rara che mai.

Ricardo Ladrón de Guevara
(14 giugno 2025)

Originales en español

La Tabernera del Puerto: Un Romance Marinero de Innegable Belleza

La Traviata hecha Zarzuela. Si “La Traviata” es el lamento de un amor que se consume, “La Tabernera del Puerto” es el eco de una pasión que se extravía en el mar y, con la misma fuerza, emerge de sus profundidades.
Esta obra cumbre, considerada la última de las grandes zarzuelas de la historia, es en sí misma una verdadera obra de arte. Su sonoridad es innegable, y la música que la compone, sencillamente, maravillosa. La trama se teje con hilos de amores, confusiones, riñas, delitos y mil vicisitudes más que solo el mar es capaz de traer y, a su vez, de llevarse. Las copas chocan en un lugar de ensueño donde el licor, la ironía, las mentiras y los sentimientos fluyen con desparpajo.

Su estreno tiene un signo que la identifica y la marca para siempre: fue presentada inicialmente en el Teatro Tívoli de Barcelona en 1936, muy poco antes del estallido de la Guerra Civil. Sorprendentemente, fue reestrenada justo al terminar la contienda, en 1940, en el icónico Teatro de La Zarzuela de Madrid. Y hoy, ochenta y cinco años después, el más que genial Mario Gas hace que esta joya atraque de nuevo en nuestro puerto, permitiéndonos disfrutarla una vez más.

El libreto original de este “romance marinero” es obra de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, mientras que la partitura lleva la inconfundible firma de Pablo Sorozábal. La impronta de Mario Gas en la dirección escénica va más allá de un profundo y consciente estudio de la obra; está ligada a un lazo personal con el autor, ya que su padre, el bajo Manuel Gas, formó parte del reparto que participó en el estreno de “La tabernera del puerto” como el singular “Simpson” en el Teatro de la Zarzuela el 23 de marzo de 1940. Tal dosis de emotividad y significado lo conduce todo, y sí, lo encamina al más rotundo de los éxitos, especialmente en la teatralidad del montaje.

La destacada dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra y Julio César Picos al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro) y del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, son quienes insuflan vida a esta partitura de manera magistral. José Miguel Pérez-Sierra reflexiona al respecto, asegurando que “es uno de los títulos más importantes del siglo XX”. Una música evocadora y sublime, que tiene su especial colofón en el segundo acto, no solo por la belleza de las piezas musicales que lo integran, sino porque permite momentos de absoluto lucimiento a los principales, ofreciéndoles arias donde las voces superan con creces la difícil prueba de destreza vocal que se les exige.

En esta función, la magnífica soprano Leonor Bonilla, en el papel de la joven tabernera Marola, hace gala de un aparato vocal de una fidelidad y compromiso incalculables. No solo es un deleite escucharla, sino que es un verdadero placer disfrutar de su interpretación: una voz y una técnica que rozan la perfección.  El barítono Ángel Ódena, en el rol del enigmático Juan de Eguía, dueño de la tabernera, se rodea de misterio y mentiras. Dueño de una sensibilidad en escena que lo hace brillar, es un gran intérprete.  El tenor Marcelo Puente, como Leandro, el marinero enamorado de Marola, deslumbra con una coloratura de altísimo nivel y una gran presencia en el escenario, cosechando nuestros sinceros aplausos  Y claro está, la extraordinaria actuación del bajo Rubén Amoretti como Simpson, junto al maravilloso trabajo de la soprano Ruth González como Abel, el muy joven músico callejero que bebe los vientos por Marola, y la eternamente estupenda Vicky Peña, actriz-cantante que da vida a la sardinera Antígua. Un nutrido grupo de figuras que integran el espectáculo con talento, arte y destreza.

La propuesta de escenografía y vestuario del Teatro de la Zarzuela, a cargo de Ezio Frigerio con Riccardo Massironi y la oscarizada por ‘Cyrano de Bergerac’ Franca Squarciapino, son “ambos historia viva de una de las más brillantes generaciones teatrales de todos los tiempos”. La iluminación de Vinicio Cheli, la videoescena de Álvaro Luna y el movimiento escénico de Aixa Guerra merecen todos los elogios por la escena de altamar, un alarde de destreza visual muy conmovedora.

Poesía en el Puerto Imaginario

“La Tabernera del Puerto” no es realista, ni lo pretende ser. Aspira a ser poesía, tejiendo una leyenda. Confronta pasiones, sentimientos y sensibilidades, enmarcando la verdad de la escena, la verdad hecha teatro. En este puerto marinero, impregnado de cultura popular, el agua salada inunda todo, invitándonos a meter los pies en la arena imaginaria para así disfrutar de esa bebida de admirable arte que la Tabernera nos pone en la mano.

Ricardo Ladrón de Guevara